martes, 3 de junio de 2014

HAY QUE DEJARSE EN PAZ. CLAUDIO NARANJO



lunes, 31 de enero de 2011
Hay que dejarse en paz 1


Tengo 71 años. Nací en Valparaíso (Chile) y vivo en Berkeley (California).
Tengo la nacionalidad estadounidense. Estoy divorciado y tuve un único
hijo que perdí con 11 años. Soy psiquiatra, tengo estudios de música y 
filosofía. Soy el creador del instituto Seekers After Truth (SAT). 
Creo que la paz individual es la paz del mundo. Creo en Dios



-¿Qué dice usted? 

–Yo digo que somos seres "tricerebrados".

–¿No está siendo demasiado optimista? 

–Verá, dentro de nosotros hay una parte padre: jerárquica, impositiva. Otra parte hijo: instintiva. 
Y una parte madre, que es la tribal y amorosa, pero que castra la individualidad.

–¿La parte intelectual, la emocional y la instintiva? 

–Exacto. Lo complicado es armonizar los tres cerebros, que no se produzca tiranía por ninguna de las partes.

–¿Cómo armonizarlas?

–Haciendo nada.

–No me fastidie.

–Debe haber un abrazo entre esas tres partes interiores, y una de las posibilidades paraconseguirlo es
a través del factor espiritual, de la entrega del yo pequeño, de la renuncia a esa necesidad de ser alguien...
¿Entiende?

–Más o menos. 

–Hay que hacerse a un lado, abrir espacio en uno mismo.

–Está pidiendo demasiado. 

–Lo sé, no es nada fácil. Debería crearse un nuevo modelo educativo. La educación no educa. La educación 
es un malentendido. Cuando se dice que educar es enseñar a leer y a escribir se están confundiendo los medios
con el fin. El fin debería ser el desarrollo de las personas y de su mente.

–Cualquier pedagogo diría eso.

–La familia humana es una estructura autoritaria. El principio de la autoridad del padre es incuestionable 
porque vivimos dentro de ese sistema patriarcal que no tiene en cuenta la voz del niño, cuyo potencial es 
castrado desde la infancia. No es una familia democrática, ni se contempla la felicidad como un fin de la 
cultura y del aprendizaje.

–¿Cómo hacerlo? 

–Hay que cultivar la sed que aparece en todos los adolescentes. Es una sed de trascendencia, de entender 
el universo y la propia vida, ¿no la ha sentido?

–Sí. 

–En nuestra cultura no hay verdaderas respuestas, están todas acartonadas. Como dice un amigo mío, ya 
no llueve gracia en las iglesias. La cultura no apoya esa inquietud. La insatisfacción es leída como una 
desventaja en lugar de honrarse como esa búsqueda de la verdad que es parte del ser humano.

–¿Propone alimentar las dudas?

–Propongo no dar respuestas hechas. No hay que vender certezas, ni dogmas. Hay que despertar al 
buscador interior. Lo importante es el camino, el proceso.

–¿Qué tal el suyo? 

–Yo estudié la carrera de Medicina por idolatría a la ciencia. Buscaba conocimiento, pero perdí el
entusiasmo cuando descubrí que en ese camino no había respuesta a los misterios, que eran directamente 
negados.

–Insistió bastante, estudió tres carreras. 

–Acabé Psiquiatría, continué con mi carrera de Música, pero sabiendo que la esclavitud del virtuoso era
para mí un exceso. La carrera de Filosofía no la terminé. Comprendí que lo buscado es lo mismo que el
buscador, que existe una conciencia del yo profundo y que ahí está la armonía.

–¿La vida es una búsqueda o un encuentro? 

–Para mí fue una búsqueda sedienta en demasía. No me satisfizo el conocimiento, ni la vida familiar, ni 
tampoco el amor. Me topé con una persona que me influyó muchísimo, un escultor, Tótila Albert, al que le 
debo la idea inspiradora de mi trabajo sobre la trinidad interior.

–¿Qué le dio?

–Era un maestro de amor. Pero no en el sentido convencional. Ese amor estaba, por ejemplo, en la forma
en que limpiaba los discos antes de ponerlos, la forma cuidadosa con que hacía las cosas en cada momento.
Tenía calidad de ser y aprendí a reconocerla. Más que un aprendizaje, lo que le debo es una bendición.
Es a través de comprensiones muy sutiles como nos construimos.

–¿Ha dejado de buscar?

–Sí, me dejo fluir. He tenido maestros de todas las tradiciones orientales fundamentales, y lo que me han
transmitido es el sabor de una verdad que no tiene que ver con el intelecto ni con la emoción. Si le tuviera
que poner un nombre, sería el sabor de la nada. Cuando uno se vacía, le llegan todas las riquezas. 
En realidad, si tengo algún secreto, es simplemente el de confiar más en la vida.

–¿Y qué le abrió el corazón?

–La muerte de mi único hijo a los 11 años. Lloré sin parar durante dos meses. Era una experiencia de
 intenso amor un poco retardado: la tragedia de no haber estado por él mientras lo tuve.

–Somos muy torpes.

–Ese llanto paró súbitamente un día en que hice una clara reflexión: "¿Estoy llorando por él?". Tenía claro 
que no, porque sentía que él estaba mejor que yo. "¿Estoy llorando por mí, por haberme quedado solo?"... 
Si era sincero sabía que no, porque había pasado largas temporadas sin verle.

–Entonces, ¿por qué lloraba?

–Me di cuenta de que no había razón para llorar y empecé a sentir una presencia suya mayor que cuando 
estaba vivo. La felicidad sólo depende de un estado interior.

–¿Cómo se cultiva?

–No identificándose ni con los pensamientos ni con las emociones. Idealizamos las pasiones: el orgullo, el amor.
Queremos ser héroes, victoriosos o vencidos, somos muy vanidosos. Las pasiones son intrínsecamente
egoístas y productoras de infelicidad. Hay que poner en paz a los animales que nos habitan. 
Hay que dejarse en paz.

LA VANGUARDIA, el diario más vendido en Catalunya Copyright La Vanguardia Ediciones S..

Psiquiatra Claudio Naranjo: La educación que tenemos roba a los jóvenes la conciencia, el tiempo y la vida


ClaudioNaranjoCuando uno escucha a este psiquiatra chileno de 75 años da la sensación de estar frente al Jean-Jacques Rousseau de nuestro tiempo. Cuenta que estaba bastante dormido hasta que en los años 60 se fue a vivir a EE.UU., allí fue discípulo de Fritz Perls, uno de los grandes terapeutas del siglo XX y formó parte del equipo del Instituto Esalen en California.
Allí tuvo grandes experiencias en el mundo terapéutico y en el mundo espiritual. Contactó con el sufismo y se convirtió en uno de los introductores de Eneagrama en occidente. También bebió del budismo tibetano y el zen.
Claudio Naranjo ha dedicado su vida a la investigación y a la docencia en Universidades como Hardvard y Berkeley. Ha fundado el programa SAT, una integración de la terapia Gestalt, el Eneagrama y la Meditación para enriquecer la formación de profesores. En este momento está lanzando un aviso muy contundente: o cambiamos la educación o este mundo se va a pique.
-Dices que para cambiar el mundo hay que cambiar la educación ¿cuál es la problemática de la educación y cuál es tu propuesta?
-La problemática en la educación no es de ninguna manera la que a los educadores les parece que es. Creen que los estudiantes ya no quieren lo que se les ofrece. A la gente se le quiere forzar a una educación irrelevante y se defiende con trastornos de la atención, con desmotivación. Yo pienso que la educación no está al servicio de la evolución humana sino de la producción o más bien de la socialización. Esta educación sirve para domesticar a la gente de generación en generación para que sigan siendo unos corderitos manipulables por los medios de comunicación. Esto es socialmente un gran daño. Se quiere usar la educación como una manera de meter en la cabeza de la gente una manera de ver las cosas que le conviene al sistema, a la burocracia. Nuestra mayor necesidad es la de una educación para evolucionar, para que la gente sea lo que podría ser.

La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema. El mundo está en una crisis profunda porque no tenemos una educación para la conciencia. Tenemos una educación que en cierto modo le está robando a la gente su conciencia, su tiempo y su vida.

La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del problema. El mundo está en una crisis profunda porque no tenemos una educación para la conciencia. Tenemos una educación que en cierto modo le está robando a la gente su conciencia, su tiempo y su vida.
El modelo de desarrollo económico de hoy ha eclipsado el desarrollo de la persona.
-¿Cómo sería una educación para que seamos seres completos?
-La educación enseña a la gente a pasar exámenes, no a pensar por si misma. En un examen no se mide la comprensión, se mide la capacidad de repetir. ¡Es ridículo, se pierde una cantidad tan grande de energía! En lugar de una educación para la información, se necesitaría una educación que se ocupe del aspecto emocional y una educación de la mente profunda. A mi me parece que estamos presos entre una alternativa idiota, que es la educación laica y una educación autoritaria que es la educación religiosa tradicional. Está bien separar Estado e Iglesia pero, por ejemplo en España, han echado por la borda el espíritu como si religión y espíritu fueran la misma cosa. Necesitamos que la educación atienda también a la mente profunda.
-¿Cuándo hablas de espiritualidad y de mente profunda a qué te refieres exactamente?
-Tiene que ver con la conciencia misma. Tiene que ver con aquella parte de la mente de la que depende el sentido de la vida. Se está educando a la gente sin ese sentido. Tampoco es la educación de valores porque la educación de valores es demasiado retórica e intelectual. Los valores deberían ser cultivados a través de un proceso de transformación de la persona y esta transformación está muy lejos de la educación actual.
La educación también tiene que incluir un aspecto terapéutico. Desarrollarse como persona no se puede separar del crecimiento emocional. Los jóvenes están muy dañados afectiva y emocionalmente por el hecho de que el mercado laboral se traga a los padres y ya no tienen disponibilidad para los hijos. Hay mucha carencia amorosa y muchos desequilibrios en los niños. No puede aprender intelectualmente una persona que está dañada emocionalmente.
Lo terapéutico tiene mucho que ver con devolverle a la persona la libertad, la espontaneidad y la capacidad de conocer sus propios deseos. El mundo civilizado es un mundo domesticado y la enseñanza y la crianza son instrumentos de esa domesticación. Tenemos una civilización enferma, los artistas se dieron cuentahace mucho tiempo y ahora cada vez más los pensadores.
-A la educación parece solo interesarle desarrollar la parte racional de la gente ¿Qué otras cosas podrían desarrollarse?
-Yo pongo énfasis en que somos seres con tres cerebros: tenemos cabeza (cerebro intelectual), corazón (cerebro emocional) y tripas (cerebro visceral o instintivo). La civilización está íntimamente ligada por la toma de poder por el cerebro racional. Con el momento en que los hombres predominaron en el dominiopolítico, unos 6000 años atrás, se instaura esto que llamamos civilización. Y no es solamente el dominio masculino ni el dominio de la razón sino también de la razón instrumental y práctica, que se asocia con la tecnología; es este predominio de la razón instrumental sobre el afecto y sobre la sabiduría instintiva lo que nos tiene tan empobrecidos. La plenitud la puede vivir sólo una persona que tiene sus tres cerebros en orden y coordinados. Desde mi punto de vista necesitamos una educación para seres tri-cerebrados. Una educación que se podría llamar holística o integral. Si vamos a educar a toda la persona, hemos de tener en cuenta que la persona no es solo razón.
Al sistema le conviene que uno no esté tanto en contacto consigo mismo ni que piense por sí mismo. Por mucho que se levante la bandera de la democracia, se le tiene mucho miedo a que la gente tenga voz y tenga conciencia.
La clase política no está dispuesta a apostar por la educación.
-La educación nos sumerge en un mar de conceptos que nos separan de la realidad y nos aprisiona en nuestra propia mente ¿Cómo se puede salir de esa prisión?
-Es una gran pregunta y es una pregunta necesaria en el mundo educacional. La idea de que lo conceptual sea una prisión requiere una cierta experiencia de que la vida es más que eso. Para uno que ya tiene el interés en salir de la prisión de lo intelectual, es muy importante la disciplina de detener la mente, la disciplina del silencio, como se practica en todas las tradiciones espirituales: cristianismo, budismo, yoga, chamanismo… Parar los diálogos internos en todas las tradiciones de desarrollo humano ha sido visto como algo muy importante. La persona necesita alimentarse de otra cosa que conceptos. La educación quiere encerrar a la persona en un lugar donde se la somete a una educación conceptual forzada, como si no hubiera otra cosa en la vida. Es muy importante, por ejemplo, la belleza. La capacidad de reverencia, de asombro, de veneración, de devoción. No tiene que ver necesariamente con una religión o con un sistema de creencias. Es una parte importante de la vida interior que se está perdiendo de la misma manera en que se están perdiendo los espacios bellos de la superficie de la Tierra, a medida que se construye y se urbaniza.
-Precisamente quería preguntarte tu opinión sobre la crisis ecológica que vivimos.
-Es una crisis muy evidente, es la amenaza más tangible de todas. Se puede prever fácilmente que con el calentamiento de la Tierra, con el envenenamiento de los océanos y otros desastres que están pasando, no vamos a poder sobrevivir tantas personas como las que somos ahora.
Estamos viviendo gracias al petróleo y consumimos más recursos de los que la tierra produce. Es una cuenta atrás. Cuando se nos acabe el combustible será un desastre para el mundo tecnológico que tenemos.
La gente a la que llamamos más primitiva como los indígenas tienen una forma de tratar a la naturaleza que no viene del sentido utilitario. En la ecología como en la economía y otras cosas, hemos querido prescindir de la conciencia y funcionar sólo con argumentos racionales y eso nos está llevando al desastre. La crisis ecológica sólo puede pararse con un cambio de corazón, verdadera transformación, que sólo la puede dar un proceso educativo. Por eso no tengo mucha fe ni en las terapias ni en las religiones. Solo una educación holística podría prevenir el deterioro de la mente y del planeta.
-¿Podríamos decir que has encontrado un equilibrio en tu vida a esas alturas?
-Yo diría que cada vez más, aunque no he terminado el viaje. Soy una persona que tiene mucha satisfacción, la satisfacción de estar ayudando al mundo en el que estoy. Vivo feliz, si se puede ser feliz en esa situación trágica en la que estamos todos.
-Desde tu experiencia, tu trayectoria y tu madurez, ¿cómo procesas el hecho de la muerte?
-En todas las tradiciones espirituales se aconseja vivir con la muerte al lado. Hay que hacerse a esa evidencia de que somos mortales y creo que el que toma la muerte en serio no será tan vano. No tienes tanto miedo a cosas pequeñas cuando hay una cosa grande de la cual preocuparte más. Yo creo que la muerte sólo puede superarla uno que en cierto modo muere antes de morir. Uno tiene que morir a la parte mortal, a la parte intrascendente. Los que tienen suficiente tiempo y vocación y que llegan suficientemente lejos en este viaje interior se encuentran tarde o temprano con su verdadero ser. Y ese ser interior o ese ser lo que uno es, es algo que no tiene tiempo y que le da a una persona una cierta paz o un sentido de invulnerabilidad. Estamos muy absortos en nuestra vida cotidiana, en nuestros pensamientos de alegría, tristeza, etc… No estamos en nosotros, no estamos atentos a quien somos. Para eso necesitamos estar muy en sintonía a nuestra experiencia del momento. Esta es la condición humana, estamos viviendo hacia el pasado y el futuro, el aspecto horizontal de nuestra vida. Pero poco atentos a la dimensión vertical de nuestra vida, el aspecto más alto y más profundo, eso es el espíritu y es nuestro ser y la llave para acceder es el aquí y ahora.
A veces vamos en busca del ser y a veces nos confundimos en la búsqueda de otras cosas menos importantes como la gloria.

Alberto Fraile Oliver
Web IslamTexto extraido de http://www.elciudadano.cl/ de El Ciudadano y los Ciudadanos.